domingo, 29 de marzo de 2009

Fontela y Mendoza

Una tenue luz alumbraba la estancia, unos tímidos rayos de sol se filtraban por las pequeñas rendijas de una desvencijada persiana, la habitación era pequeña y estaba presidida por una gran mesa en el centro. Sobre ella un cenicero, varias botellas de wisky vacías, muchos papeles y un teléfono movil, el cual rompe el silencio de la sala con su melodía.

Una temblorosa mano lo recoge y contesta:
- ummmmmmmmm, ¿si?
- ¿Es Mendoza y Fontela?. Respodió una femenina voz.
- Si, al habla Fontela. ¿En que puedo ayudarle?
- Mi hermana ha desaparecido, es periodista, y estaba inmersa en un trabajo bastante peligroso. Quería averiguar algo sobre un grupo involucrado en la trata de blancas en nuestro país. Parece ser que traen gente del este para comerciar con ellas aquí.
- ummmmmmmmm, mire, me parece una putada lo que le haya ocurrido a su hermana y todo eso ¿sabe?, ahora mismo estoy con una resaca de puta madre y no me estoy enterando de nada de lo que me dice. - replicó Fontela. - Se me ocurre una cosa, ¿Por qué no se pasa por la oficina esta tarde? Mi compañero estará encantado de atenderle, sabe sobre protocolo y esas mariconadas sobre el trato de los clientes y tal.
- ¿Sabe que es usted un grosero? No entiendo cómo con alguien como usted, su negocio sigue funcionando. - Contestó la mujer, con un tono de enojo.
- Mire, yo no le digo como tiene usted que trabajar. Además, nuestro negocio funciona simplemente porque somos los mejores.- Explicó Fontela mientras se reía. - Entonces, ¿Va usted a venir o no?
- Qué remedio me queda, según parece sí que son los mejores.- Respondió con aire de resignación.
- De acuerdo, hasta luego entonces.

Fontela cuelga el movil y lo tira sobre la mesa. Saca de uno de los bolsillos de su pantalon una pitillera y de esta un purito. Lo enciende con su mechero y da una gran calada. Tras quedarse un rato pensando vuelve la mirada a la pared de la habitación que tiene en frente, el cual tiene un cuadro con una fotografía, en ella están: él, su mujer, su hijo y Mendoza. Después de lamentarse por haber perdido a su familia en aquel accidente, da otra gran calada a su purito y se sienta en el pequeño sillón que está a su espalda, apoyando su nuca contra el respaldo y mirando al techo. Da una última calada a su purito y se dice para si mismo.

- Volvemos al trabajo, viejo....

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